Por: Luis M. Flores

Se dice que fue en alguno de aquellos años del siglo pasado…uno de esos años de los que pocos se acuerdan. Como muchas historias que integran el curso de una sola, existió un grupo musical; una etapa en que cuatro chicos revolucionaron el panorama musical con sus propuestas sonoras venidas desde Liverpool. Los mares nunca fueron impedimento para que la llamada Beatlemanía llegara a los lugares menos imaginados, a aquellos rincones en el mundo que no suelen ser puntos grandes de referencia en la geografía.

El cuarteto londinense estaba siempre en la búsqueda de nuevas ideas, perspectivas culturales, experiencias, y sobre todo, a la expectativa de encontrar a la gente que le diera visiones extendidas sobre el mundo en que habitaban. Así, se dice que un día emprendieron el viaje al encuentro con lo mítico y espiritual. De manera discreta se internaron en Oaxaca, México, buscando a María Sabina para tener ese encuentro con el mundo en que ella podía introducirlos, pero este viaje tomó de pronto rutas no esperadas cuando el cuarteto quiso conocer la región de Iztacihuatl y Popocatépetl toda vez que se enamoraron de la leyenda de los volcanes.

Tepetlixpa es uno de los municipios más pobres del Estado de México, allí, la noticia corrió muy rápido. Los Beatles iban a cruzar por este poblado para subir de Oaxaca hacia los volcanes y fue cuando la Banda Plástica de Instrumentos de Viento de Tepetlixpa en el Estado de México se organizó y adaptó un par de canciones para saludar al grupo musical a su paso por esta región.

¿Verdad o mentira?

Ya lo dijo mi viejo amigo y profesor de música Manuel E. Paz Ortega “Makiko” en 1980, que en paz descanse: “La música es inmortal y tiene un lenguaje universal”.